En una reciente visita a Madrid, tuvimos ocasión de conocer a una auténtica leyenda viviente de la montería en España. D. Ángel Serrano El Lince, con más de setenta primaveras sobre sus espaldas y un cúmulo de experiencias montaraces suficientes como para editar una enciclopedia sobre la montería, departió con nosotros durante dos días de idas y venidas en exposiciones caninas.
La pasión de El Lince es, y ha sido siempre, la montería y hoy en día su rehala es una de las más antiguas de España. Ángel Serrano ha sido colaborador de múltiples revistas dedicadas al arte venatorio, escritor y narrador de escepción sobre el deporte de la caza, cerebro de más de un vídeo sobre esta modalidad cinegética y, por supuesto, uno de los mayores monteros que transitan la piel de Toro.
Nos contaba con la vitalidad de un quinceañero algunos de los entresijos de la caza del Guarro, poniendo especial cuidado en vigilar el sentido del viento y jamás ofrecer el más mínimo ruido o susurro al cochino, so pena de perderlo definitivamente. Estas precauciones, propias del rececho, son vitales para el cazador avezado. Nuestro especialista adora la caza del Jabalí, que para Serrano es la encarnación de la montería en su más sublime acepción. Él, que lo ha cazado a lo largo y ancho de España y Portugal y que puede hablar con soltura de cualquier cazadero situado en territorio nacional conociéndolo a la perfección, se regocijaba contando algunas de sus infinitas correrías tras los trofeos campestres.
Con más de cien perros en su rehala, sobradamente conocida por el sobrenombre de su propietario, recordaba todos y cada uno de los nombres de sus canes, sus cruces, ascendientes y descendientes y cualidades más destacadas de cada uno. Lleva un exhaustivo control de cruzamientos, camadas, celos, enfermedades e incidentes relativos a sus perros. Hablaba de sus Alanos actuales y de los de antaño, de los que recordaba haber visto cazar desde su niñez en la Extremadura rica en caza, animales potentes y cabezudos, provistos de anchas carlancas, con sus características capas blancas y bayas blanquecinas. Como los que retrataba Covarsí en su tratado de la Montería, animales de extrema dureza, inasequibles al desaliento y de una presa suficientemente fiable como para permitir al montero acercarse al Verraco y darle muerte. Parientes lejanos de nuestros Perros de Presa isleños, probablemente, como de tantas otras razas de lucha a las que los molosos españoles dieron orígen, aunque en algunos casos se hayan silenciado sus genes.
El Lince equipara a la rehala con un ejército en miniatura y justifica esta acertada comparación en las distintas especialidades que los grupos caninos han de desarrollar en la montería. Así existe un perfecto engranaje de veintidós perros, que cuenta con una intendencia, unos exploradores, unos oteadores, un servicio de comunicaciones, una infantería y una artillería pesada. Aquellos antiguos Alanos cumplían esta última labor, la de aferrar al Puerco cuando los demás ya le habían localizado, perseguido y acorralado. Entonces entraban ellos a la brega, sujetando a la pieza con dureza. Hoy, extintos tales apresadores, de la tarea se ocupan los Mastines extremeños. Pero no cualquier Mastín extremeño, sino los de Ley, los funcionales, l.os que conservan el valor, el instinto y la tenacidad de sus ancestros y no dudan en entrarle al Jabalí con sus alargadas bocas y poderosos colmillos. Los que cría Ángel desbordan rusticidad y funcionalidad a borbotones y su coraje está más que contrastado.
En la jauría del rehalero convergen Lebreles, Sabuesos, Grifones, Alanos, Villanos, Mastines y una suerte de cruces entre razas monteras realizados especialmente por El Lince para determinados y especializados fines. Entre éstos destacan los de Mastín, Grifón y Galgo Español, de los que sólo tiene elogios para comentar su alto rendimiento y de los que se siente especialmene orgulloso.
Para mayor regocijo de cuantos curioseamos en el mundillo que rodea a nuestros perros, Ángel tiene la costumbre de presentar su rehala ataviado con todo el pertrecho montero de un buen rehalero, desde las protecciones de cuero, morral, caracola y puñal. También cuida el equipo canino con esmero, proviendo a los perros de anchos collares coloreados llamativamente para su mejor localización con la divisa nacional e información de contacto para casos de extravío. Pero para este montero la caza y la atención a los perros no es tarea solitaria. Ángel acude siempre en compañía de otra montera de corazón, su esposa Dª. Lourdes Cervera, aficionada como el que más y avezada colaboradora del Lince en los lances venatorios. Contaba con orgullo nuestro montero más de un trance en que alguno de sus mastines resultó acuchillado en el vientre por un cochino y Lourdes lo cargó a sus espaldas durante horas hasta llegar a un puesto de guardería. Es en casos como éste cuando se percibe el amor del montero hacia sus canes. Serrano siempre va provisto de un práctico equipo sanitario que le permite coser a los perros de los muchos cortes que el Jabalí produce a sus acosadores. Pero también es conocedor de remedios naturales y recursos imaginativos para paliar carencias en medio del monte. Así, cuenta D. Ángel utilizar ramas afiladas de Jara, para utilizarlas como cierre improvisado de algún vientre rajado, cosiendo la piel con la dúctil rama vegetal, a modo de sutura accidental del cánido herido.
Los acertados comentarios de Antonio Zorrilla, buen conocedor de la montería y sus protagonistas, así como de la dilatada historia del rehalero mayor, nos permitieron conocer mejor a esta joya del deporte venatorio, de cuya abultada experiencia puede aprenderse mucho sobre nuestras razas caninas y su valor más importante: su utilidad. Ahora anda nuestro hombre empeñado en introducir a las razas españolas de agarre en las ferias de caza de mayor importancia nacional. Para nosostros resultó una agradable coincidencia haber conocido a esta enciclopedia andante del arte de la montería.
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